Entrevista con Ariel Bermani, autor de “Veneno”
El arte y oficio de escribir historias
El narrador y poeta Ariel Bermani habla de “Veneno”, historia que transcurre en Burzaco, de su pasión por la literatura, la búsqueda de un estilo propio y la vida en el sur del conurbano.
Conrado Nalé Roxlo en su “Borrador de memorias” cuenta que a su entender, existen dos tipos de escritores, los que sólo están en función de tales cuando escriben y los que viven constantemente la aventura de la creación, el gran juego serio que es la literatura. Ariel Bermani, autor de “Veneno”, obra por la que recibió el premio EMECÉ 2006, forma parte de esta segunda clasificación en su afán por “vivir la literatura” e intentar encontrar en ella distintos matices, sabores, colores y aromas a la hora de transmitir ideas y sensaciones. La novela tiene lugar entre 1978 y el 2003 y cuenta la historia de Enrique, también conocido como “Veneno” por su capacidad para intoxicar todo lo que se le acerca. Nacido en Burzaco e hijo de una madre alcohólica y un padre con el no tiene un diálogo fluido, la historia de “Veneno” es la de cualquier alma suburbana de sueños no consumados, de amores postergados, de aquello que pudo ser y no lo fue, al tiempo que se muestra distante respecto de cualquier sentimiento vinculado con el fracaso, la derrota o el abatimiento. Por el contrario, “Veneno” siempre está intentando salir, tratando de “dejar de girar en falso”. Pero para sorpresa de muchos, “Quique” no es el típico buenazo; más bien se instala en una zona de límites difusos entre la bondad y la maldad, entre lo correcto y lo indecente. Mujeriego, peleador, camorrero, es capaz de mostrar lástima y llorar por la muerte de su madre ante un “tachero” con tal de viajar gratis o de llamar a su padre en plena madrugada para decirle que lo quiere.
Changuito (Ch): ¿Cómo se te dio por escribir?
Ariel Bermani (AB): Ocurrió casi mágicamente porque no vengo de una familia de lectores o intelectuales. Tampoco había libros en casa. Yo creo que empecé a escribir incluso antes de empezar a leer, a los doce o trece años y mis primeros libros los compré entre los 17 y los 19. También es cierto que cuando comencé a escribir, lo hice sin saber nada sobre reglas básicas de escritura, sin tener idea de lo que estaba haciendo.
Ch: ¿Cómo surgió Veneno?
AB: Veneno salió de un cuento que yo tenía desde hace mucho, 10 o 15 años. Yo empecé a escribir novelas en el 2003, antes hacía poesía y cuentos. El tema es que el material de esas novelas ya estaba en los cuentos. Y de esto me dí cuenta después de haberlas escrito. De hecho, Veneno era un cuento. Este personaje además apareció en la novela anterior “Leer y escribir”. Ahí entendí que tenía la fuerza suficiente como para tener autonomía.
Ch: ¿Por qué Burzaco como escenario de “Veneno”?
AB: Por que el tipo que me sirvió de base para el personaje era de ahí. Y cuando lo conocí vivía ahí, no fue una elección. Además, la geografía condiciona y desarrolla. Y Veneno es de Burzaco y sus características tienen que ver con eso. Yo lo pensaba en relación con esa zona, esas calles, anda por la estación, por Goyena y Alsina. Cuando empecé a escribir la novela ya estaba determinado que iba a ser así. Cuando elijo un personaje o soy elegido por un personaje para narrarlo, éste ya viene con determinada zona, vive en determinado lugar y tiene tales amigos. Y yo empiezo a conocerlo mientras escribo sobre él, me dejo llevar. Veneno no podía ser de otro lugar, por eso tuve que ser tan explícito.
Ch: “Veneno” está inspirado en un amigo tuyo….
AB: Si, un amigo de Burzaco. En realidad siempre hago eso. Todos los personajes con los que trabajo tienen que ver con personas de mi pasado que pongo en movimiento con historias falsas. Pero nunca fui del todo consciente sobre esto. Por lo general se dio casi naturalmente. En algunos casos me apropié de tics, de alguna forma de hablar, caminar; en otros, de historias, anécdotas, pero sobre todo lo que tomo es el perfil y lo ficcionalizo. Eso te ayuda a darle volumen al personaje. Para mí lo fundamental es ver caminar a los personajes, que se muevan, que no se queden quietos. Me gusta hacer literatura donde los personajes se parezcan a las personas y el lector se meta en el libro y viva en él mientras lo lee, y que cuando lo termine se quede con la sensación de haber conocido a esos tipos y de que realmente existieron.
Ch: Volviendo a esta idea de movimiento, tengo la sensación de que Veneno si bien se mueve, lo hace desde una idea de movimiento en tanto acción, pero es muy pasivo a la hora de generar un cambio en su vida o tratar de concretar algo…
AB: Lo que pasa es que es un personaje que está en cambio, en tránsito, pero no sabe bien hacia dónde. No es ni un perdedor ni un fracasado, ni siquiera nihilista, está buscando salir de ese encierro en el que está metido. Veneno tiene por encierro su entorno, su barrio. Y trata de salir, pero lo hace con sus medios, gira sobre sí mismo, que es una manera de tratar de salir como puede, con lo que tiene. Y a lo mejor queda la sensación de que nunca termina de salir. Pero esa sensación yo la tengo no sólo con los personajes sino con la vida en general. Creo que todos estamos girando en falso permanentemente, tratando de producir cambios en nosotros o imaginando que estamos cambiando, pero siempre estamos girando sobre lo mismo y moviéndonos, consumiéndonos hasta que nos morimos.
Ch: En una entrevista a “Página 12” dijiste algo así como que el sur del que vos escribís ya no existe…
AB: Ese fue el título del reportaje. Yo no dije eso exactamente. Esa fue la lectura del diario sobre el reportaje. Lo que yo decía es que escribo sobre un sur que desconozco, sobre un sur que yo conocía hace 20 años. Yo me fui en el 90 de Burzaco y me hice un ciudadano de Buenos Aires. Vine acá por vocación, sobre todo por laburo y por estudio. Irme de ese sur que ya no existe es una forma de inventar ese proceso de dejar de girar en falso. Así como Veneno, yo traté de girar sobre mí mismo y por eso me fui. Fue para conocer otras cosas, conocer otra gente, salir del barrio e ir a la ciudad. Ese movimiento implicó un montón de cambios: abrir tu cabeza, encontrarte con una vida más movida. Para mí eso fue como tratar de dejar de girar en falso. Irme me sirvió para escribir sobre el sur, porque la distancia te ayuda. En el Gran Buenos Aires escribía solo poesía. Cuando llegué acá empecé a hacer cuentos sobre el sur y después novelas. En alguna medida fue como comenzar a repensar mi pasado, escribir sobre las cosas que viví y la gente que conocí allá. Pero en definitiva ese sur ya no existe porque tiene que ver con el pasado.
Ch. Trapero dice que vivir en Capital es diferente a vivir en el conurbano porque las reglas que se ponen en juego en los dos lugares son diferentes y que lo que realmente le interesa es darle voz a aquellos que no la tienen o no se les da ese espacio. ¿Hay algo de eso en tus libros?
AB: No tengo finalidades políticas. La política me interesa como me interesan muchísimos otros discursos. Pero en realidad yo pienso en una frase de Kafka permanentemente: todo lo que no sea literatura me aburre. Yo vivo la literatura. No me interesa escribir sobre los que no tienen voz, reivindicar la vida suburbana o pensar la vida de los que se quedaron fuera del sistema económico. En realidad no lo pienso de esa manera. Trabajo sobre esos personajes porque me interesan los antihéroes. Todos somos antihéroes y somos un poco patéticos, algunos más y otros menos. Pero me interesan los que tienen el patetismo a flor de piel. Yo creo que la literatura es sobre todo lenguaje, historias. Fabián Casas, que es un gran poeta, decía que la función social del escritor es hacer que la palabra brille, que el lenguaje brille. Y Gelman decía que la poesía es palabra calcinada. A mí me interesa la literatura llena de vida, pero no el costado político. Me interesa el realismo social pero como una cuestión estética, no como una manera de despertar conciencias o hacer que la literatura cumpla una función social determinada. Y los antihéroes y los pobres me gustan porque me siento más cerca de ellos biográficamente, por una cuestión geográfica que tiene que ver con el lugar de donde vengo y porque me parece que la literatura es más rica así.
Ch: Leí por ahí que estudiaste en Adrogué.. Así como no es lo mismo vivir en el conurbano que en Capital, tampoco lo es vivir en Burzaco que en Adrogué…
AB: No, no lo es. Y ahora peor todavía. Estoy yendo a Adrogué una vez por semana para dar unos talleres de literatura y veo que las diferencias son aún más grandes. No en vano los 90 fueron años de reconversión económica y política muy fuerte y la cultura en última instancia sale de eso, de las relaciones económicas y políticas. La base económica termina condicionando la superstructura. Burzaco se pauperizó muchísimo porque se pauperizó el Gran Buenos Aires en general. El grueso de los obreros que vivía en el conurbano y las fábricas donde trabajaban se cerraron, desaparecieron y los tipos ahora son desocupados o viven de changas. Eso cambió totalmente la composición social. Yo vivía en Burzaco en una época en que no era tan pobre como lo es ahora, de todas maneras lo era, e ir a Adrogué a estudiar y tener amigos allá era vivir dos realidades completamente distintas. De hecho el acceso a la cultura es muy diferente, es más trabajoso. En Burzaco no había librerías y creo que tampoco las hay. La biblioteca es otro tema. La cantidad de libros que hay en una no tiene punto de comparación con la otra. Eso te cambia tu relación con la cultura. Es más complicado para un tipo que vive en Burzaco escribir, leer o dedicarse a algo que no sea laburar todo el día, incluso es más difícil que te surja esa inquietud.
Bermani x Bermani
“Todo el tiempo tratás de ser otro. No por una cuestión de felicidad o por estar disconforme, sino porque tiene que ver con el deseo: permanentemente querés otra cosa. Y bueno… buscás y buscás. Yo escribo sobre esa búsqueda, y mis personajes están así buscando y buscando con sus armas y limitaciones, aparentemente con mas limitaciones que otros, pero buscan, se mueven”.
Breve Bermani Ilustrado
“Veneno” forma parte de una trilogía junto con “Leer y escribir” y “Mercado”. Las tres configuran para Bermani una misma novela en lo que concierne a los personajes y a la estructura general.
La vida en la periferia, el lenguaje coloquial, barrial, los antihéroes, la brevedad, la velocidad en la lectura, los climas intensos y una escritura simple, directa, despojada, concisa, sin exhuberancias que envuelve, atrapa y guía al lector definen el estilo de Bermani.
Además de recibir el premio EMECÉ 2006 por “Veneno”, en el año 2004 obtuvo Mención Honorífica en el concurso de novela corta “Julio Cortázar” por “Mercado” y Mención en el Premio Clarín de Novela 2003, por “Leer y escribir”.
A partir del 10 de abril estará a cargo de dos talleres de literatura en la Casa de la Cultura de Adrogué, todos los martes de 17 a 19 hs y de 19.30 a 21.30 hs.
jueves, 6 de septiembre de 2007
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