Una visita al Hogar Israelita de Burzaco
Hogar, dulce hogar
Hogar, dulce hogar
Por Sebastiàn Angeloni
Cuenta la historia que allá por inicios del siglo XX, buena parte de los inmigrantes judíos que llegaban a nuestro país eran mujeres u hombres solos, mientras que otros pertenecían a grupos familiares reducidos. El impiadoso paso del tiempo y la vejez encontró a muchas de estas personas sin un marco familiar que los contuviera. Pero también es cierto que buena parte de esta ola inmigratoria ni siquiera llegó a pisar suelo argentino: algunos murieron en el barco que los trasladaba huyendo del hambre y la guerra y sus niños quedaron a la deriva. Fue así como en 1915 a partir de la iniciativa de un grupo de inmigrantes europeos se creó el “Asilo de Niños Huérfanos y Ancianos Desposeídos. Este lugar funcionó como espacio de contención, en especial después de la Segunda Guerra Mundial, asistiendo a chicos a los que el conflicto bélico había dejado sin ningún familiar y a las personas mayores que lo habían perdido todo. Pero fue en 1946 cuando un filántropo* español llamado José Iturrat (que no pertenecía a la colectividad) en solidaridad con la comunidad judía víctima de la persecución nazista, donó a la institución el terreno de 16 hectáreas que hoy ocupa en Burzaco. El asilo de niños finalmente cerró en los años 60 y los menores fueron reubicados en distintas familias.
El Hogar Israelita Argentino para Ancianos –tal como pasó a llamarse después- es una entidad de bien público que se preocupa porque los abuelos puedan vivir su vejez con dignidad. Alberga alrededor de 200 residentes que reciben asistencia integral gratuita y están divididos en diferentes casas (en función de su estado de salud y de sus posibilidades de movilidad) que llevan el nombre de importantes personalidades del acontecer político israelí como Levy o Golda Meir. La Licenciada Sofía Aptekman, Coordinadora del Servicio Social señala que la institución cuenta con una población muy envejecida: “El 50% de los residentes tiene entre 82 y 99 años y el 17%, entre 90 y 99. Además el 50% de los abuelos no tiene hijos. Y esto no quiere decir que carezcan de redes sociales o hayan pasado una mala vida. Pueden tener muchos amigos, pero no tienen quien los cuide. Es decir, hay gente que está acá por motivos económicos, otra por razones de salud y la mayoría porque no cuentan con un marco familiar. De todas formas, el ingreso es evaluado por un equipo de especialistas que analiza cada situación puntual”.
El hogar se mantiene en pie gracias al aporte de unos 3800 socios y a las donaciones de empresas y particulares. No recibe ningún subsidio o ayuda gubernamental. Pero esto no es excusa para desarrollar un vasto programa cultural y recreativo. Y este es precisamente el rasgo particular que diferencia al hogar de otras instituciones como geriátricos u hospitales. “Este es un hogar de comunidad -indica la Lic. Sandra Clariá, terapista ocupacional- distinto a una residencia geriátrica privada. Allí se deja al familiar en una institución por lo general cercana al lugar donde uno vive. Acá el lazo es otro, no pasa por la cercanía física o geográfica sino por las costumbres, la cultura, la religión, la historia”. De ahí que la mayoría de los residentes provenga de zonas tan alejadas del sur del conurbano como los barrios porteños de Belgrano, Caballito, Almagro, Villa Crespo y Paternal o del norte del Gran Buenos Aires como Carapachay. Son muy pocas las personas que vienen de la zona sur.
Si bien los trabajadores sociales y el equipo médico está compuesto por profesionales contratados, el hogar cuenta con pasantes a partir de convenios suscriptos con la Universidad Maimónides y la Universidad Nacional de Quilmes. Pero también están los voluntarios permanentes y otros circunstanciales o transitorios que colaboran de manera desinteresada.
El abanico de actividades socioculturales y de estimulación expresiva consta de cinco opciones diarias y entre 8 y 11 mensuales. Éstas últimas incluyen salidas, conmemoración de festividades y visitas al hogar de artistas de la talla de la galardonada soprano rusa Lilia Barinova o del grupo musical de ancianos “Papel Nono”. Las actividades diarias son terapéutico-recreativas y se desarrollan en cada casa, coordinadas por el equipo de profesionales. Cabe aclarar que ninguna es obligatoria. También hay espectáculos artísticos por la tarde de ballet, danza, coro, tango, folclore y teatro. Y actividades que se realizan en intercambio con otras instituciones como escuelas, centros recreativos y la Universidad de la Tercera Edad, que depende de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora, a la que concurren dos alumnos cuasi centenarios a estudiar antropología. “Procuramos que los abuelos salgan de acá y estén en contacto con el exterior”, agrega Aptekman. Entre otras propuestas se destacan el taller de cocina y uno de noticias, donde se discute la información destacada de la semana. A su vez, existe un taller de página web con notas y artículos escritos por los residentes, ciclos de cine y una biblioteca que posee alrededor de 3300 títulos en hebreo e idish así como unas 4000 obras en castellano, inglés, francés, polaco, ruso y portugués. Los lunes tiene lugar el café literario, donde se trabaja con cuentos costumbristas de fuerte impacto sensorial y emocional con el objetivo de reconstruir las capacidades cognitivas de los abuelos y fortalecer la dinámica grupal a partir del arte y la creatividad. Por otro lado, los residentes también elaboran bijouterie, souvenirs o redecoran sus habitaciones.
La idea de que los abuelos sean tenidos en cuenta, se los escuche y puedan decidir por ellos mismos es uno de los principios más importantes del hogar. Una vez por semana cada sector de la casa tiene una asamblea donde los residentes se reúnen con el trabajador social y hablan sobre sus dificultades vinculares o con el organismo. Es un espacio de discusión y debate abierto. En algunas ocasiones, los ancianos hacen las veces de auxiliares en algunas de las actividades que coordinan los trabajadores sociales. Y en la actualidad, se está trabajando en la conformación de una comisión de eventos, formada por residentes encargados de convocar artistas y diferentes personalidades.
La institución está fuertemente orientada a fomentar y estimular el desarrollo de la autoexpresión y el crecimiento personal de sus habitantes. A través de la laborterapia, el terapista ocupacional puede comprender qué valores son los que cuentan para el residente y qué es prioritario para él. Pero la estimulación constante no es privativa de algunos abuelos. Por el contrario, también se extiende a personas en situación más que crítica. “Tenemos una sala donde hay gente con un nivel de deterioro cognitivo muy avanzado. Sin embargo, la terapista ocupacional va dos veces por semana y realiza las tareas de estimulación. Con música, sonidos, ruidos o simplemente hablándole, la persona empieza a comunicarse. Incluso ha habido casos de gente que comenzó a cantar sus viejas canciones”, añade la Coordinadora del Servicio Social.
No obstante, el aporte más innovador del hogar en esta tarea de estimulación permanente es el Taller de la Memoria, vigente desde hace dos años. “Escarbando”, “revolviendo” en la memoria, lo que se busca aquí es crear estrategias y ejercicios para mantener en óptimo estado la actividad mental. Se trabaja con sopas de letras y familias de palabras. A través del olfato o el tacto se rememora, se “hurga” en la experiencia previa y en el recuerdo. Son ejercicios de atención, concentración y asociación, que también buscan la fluidez verbal. “El objetivo es básicamente preventivo –cuenta Sandra Clariá-. Si hay algo que uno no se puede permitir en ningún área de la vida es perder habilidades por desuso. Acá tratamos de reírnos, de pasarla bien, de recordar el vocabulario, artistas, fotos viejas, retener, relacionar, en definitiva jugar en un ambiente agradable y cálido”, concluye.
Pareciera que los usos de la memoria cambian con la edad. Cuando uno es chico la memoria se usa para no olvidar. No olvidar que 8 por 7 es 56 en un examen de matemática, que el 25 de mayo de 1810 se formó el primer gobierno patrio en una prueba de historia, no olvidar la levadura que nos había encargado mamá cuando íbamos a hacer las compras al almacén. Lo inmediato es lo importante y lo retenemos sin pedirlo prestado. Pero el tiempo se encarga de pasar factura. Y la memoria para no olvidar es desplazada por una memoria para recordar. Es así como las imágenes de otros tiempos se tornan más nítidas pero ya no para vivir de recuerdos sino para resignificar la propia existencia, sonreír con nostalgia y continuar…
Cuenta la historia que allá por inicios del siglo XX, buena parte de los inmigrantes judíos que llegaban a nuestro país eran mujeres u hombres solos, mientras que otros pertenecían a grupos familiares reducidos. El impiadoso paso del tiempo y la vejez encontró a muchas de estas personas sin un marco familiar que los contuviera. Pero también es cierto que buena parte de esta ola inmigratoria ni siquiera llegó a pisar suelo argentino: algunos murieron en el barco que los trasladaba huyendo del hambre y la guerra y sus niños quedaron a la deriva. Fue así como en 1915 a partir de la iniciativa de un grupo de inmigrantes europeos se creó el “Asilo de Niños Huérfanos y Ancianos Desposeídos. Este lugar funcionó como espacio de contención, en especial después de la Segunda Guerra Mundial, asistiendo a chicos a los que el conflicto bélico había dejado sin ningún familiar y a las personas mayores que lo habían perdido todo. Pero fue en 1946 cuando un filántropo* español llamado José Iturrat (que no pertenecía a la colectividad) en solidaridad con la comunidad judía víctima de la persecución nazista, donó a la institución el terreno de 16 hectáreas que hoy ocupa en Burzaco. El asilo de niños finalmente cerró en los años 60 y los menores fueron reubicados en distintas familias.
El Hogar Israelita Argentino para Ancianos –tal como pasó a llamarse después- es una entidad de bien público que se preocupa porque los abuelos puedan vivir su vejez con dignidad. Alberga alrededor de 200 residentes que reciben asistencia integral gratuita y están divididos en diferentes casas (en función de su estado de salud y de sus posibilidades de movilidad) que llevan el nombre de importantes personalidades del acontecer político israelí como Levy o Golda Meir. La Licenciada Sofía Aptekman, Coordinadora del Servicio Social señala que la institución cuenta con una población muy envejecida: “El 50% de los residentes tiene entre 82 y 99 años y el 17%, entre 90 y 99. Además el 50% de los abuelos no tiene hijos. Y esto no quiere decir que carezcan de redes sociales o hayan pasado una mala vida. Pueden tener muchos amigos, pero no tienen quien los cuide. Es decir, hay gente que está acá por motivos económicos, otra por razones de salud y la mayoría porque no cuentan con un marco familiar. De todas formas, el ingreso es evaluado por un equipo de especialistas que analiza cada situación puntual”.
El hogar se mantiene en pie gracias al aporte de unos 3800 socios y a las donaciones de empresas y particulares. No recibe ningún subsidio o ayuda gubernamental. Pero esto no es excusa para desarrollar un vasto programa cultural y recreativo. Y este es precisamente el rasgo particular que diferencia al hogar de otras instituciones como geriátricos u hospitales. “Este es un hogar de comunidad -indica la Lic. Sandra Clariá, terapista ocupacional- distinto a una residencia geriátrica privada. Allí se deja al familiar en una institución por lo general cercana al lugar donde uno vive. Acá el lazo es otro, no pasa por la cercanía física o geográfica sino por las costumbres, la cultura, la religión, la historia”. De ahí que la mayoría de los residentes provenga de zonas tan alejadas del sur del conurbano como los barrios porteños de Belgrano, Caballito, Almagro, Villa Crespo y Paternal o del norte del Gran Buenos Aires como Carapachay. Son muy pocas las personas que vienen de la zona sur.
Si bien los trabajadores sociales y el equipo médico está compuesto por profesionales contratados, el hogar cuenta con pasantes a partir de convenios suscriptos con la Universidad Maimónides y la Universidad Nacional de Quilmes. Pero también están los voluntarios permanentes y otros circunstanciales o transitorios que colaboran de manera desinteresada.
El abanico de actividades socioculturales y de estimulación expresiva consta de cinco opciones diarias y entre 8 y 11 mensuales. Éstas últimas incluyen salidas, conmemoración de festividades y visitas al hogar de artistas de la talla de la galardonada soprano rusa Lilia Barinova o del grupo musical de ancianos “Papel Nono”. Las actividades diarias son terapéutico-recreativas y se desarrollan en cada casa, coordinadas por el equipo de profesionales. Cabe aclarar que ninguna es obligatoria. También hay espectáculos artísticos por la tarde de ballet, danza, coro, tango, folclore y teatro. Y actividades que se realizan en intercambio con otras instituciones como escuelas, centros recreativos y la Universidad de la Tercera Edad, que depende de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora, a la que concurren dos alumnos cuasi centenarios a estudiar antropología. “Procuramos que los abuelos salgan de acá y estén en contacto con el exterior”, agrega Aptekman. Entre otras propuestas se destacan el taller de cocina y uno de noticias, donde se discute la información destacada de la semana. A su vez, existe un taller de página web con notas y artículos escritos por los residentes, ciclos de cine y una biblioteca que posee alrededor de 3300 títulos en hebreo e idish así como unas 4000 obras en castellano, inglés, francés, polaco, ruso y portugués. Los lunes tiene lugar el café literario, donde se trabaja con cuentos costumbristas de fuerte impacto sensorial y emocional con el objetivo de reconstruir las capacidades cognitivas de los abuelos y fortalecer la dinámica grupal a partir del arte y la creatividad. Por otro lado, los residentes también elaboran bijouterie, souvenirs o redecoran sus habitaciones.
La idea de que los abuelos sean tenidos en cuenta, se los escuche y puedan decidir por ellos mismos es uno de los principios más importantes del hogar. Una vez por semana cada sector de la casa tiene una asamblea donde los residentes se reúnen con el trabajador social y hablan sobre sus dificultades vinculares o con el organismo. Es un espacio de discusión y debate abierto. En algunas ocasiones, los ancianos hacen las veces de auxiliares en algunas de las actividades que coordinan los trabajadores sociales. Y en la actualidad, se está trabajando en la conformación de una comisión de eventos, formada por residentes encargados de convocar artistas y diferentes personalidades.
La institución está fuertemente orientada a fomentar y estimular el desarrollo de la autoexpresión y el crecimiento personal de sus habitantes. A través de la laborterapia, el terapista ocupacional puede comprender qué valores son los que cuentan para el residente y qué es prioritario para él. Pero la estimulación constante no es privativa de algunos abuelos. Por el contrario, también se extiende a personas en situación más que crítica. “Tenemos una sala donde hay gente con un nivel de deterioro cognitivo muy avanzado. Sin embargo, la terapista ocupacional va dos veces por semana y realiza las tareas de estimulación. Con música, sonidos, ruidos o simplemente hablándole, la persona empieza a comunicarse. Incluso ha habido casos de gente que comenzó a cantar sus viejas canciones”, añade la Coordinadora del Servicio Social.
No obstante, el aporte más innovador del hogar en esta tarea de estimulación permanente es el Taller de la Memoria, vigente desde hace dos años. “Escarbando”, “revolviendo” en la memoria, lo que se busca aquí es crear estrategias y ejercicios para mantener en óptimo estado la actividad mental. Se trabaja con sopas de letras y familias de palabras. A través del olfato o el tacto se rememora, se “hurga” en la experiencia previa y en el recuerdo. Son ejercicios de atención, concentración y asociación, que también buscan la fluidez verbal. “El objetivo es básicamente preventivo –cuenta Sandra Clariá-. Si hay algo que uno no se puede permitir en ningún área de la vida es perder habilidades por desuso. Acá tratamos de reírnos, de pasarla bien, de recordar el vocabulario, artistas, fotos viejas, retener, relacionar, en definitiva jugar en un ambiente agradable y cálido”, concluye.
Pareciera que los usos de la memoria cambian con la edad. Cuando uno es chico la memoria se usa para no olvidar. No olvidar que 8 por 7 es 56 en un examen de matemática, que el 25 de mayo de 1810 se formó el primer gobierno patrio en una prueba de historia, no olvidar la levadura que nos había encargado mamá cuando íbamos a hacer las compras al almacén. Lo inmediato es lo importante y lo retenemos sin pedirlo prestado. Pero el tiempo se encarga de pasar factura. Y la memoria para no olvidar es desplazada por una memoria para recordar. Es así como las imágenes de otros tiempos se tornan más nítidas pero ya no para vivir de recuerdos sino para resignificar la propia existencia, sonreír con nostalgia y continuar…
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